Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
¿Qué es transmodernidad? Es un encuentro afectivo de modernidades. Esta afirmación parte de lo planteado por Castro-Gómez, pero también intenta especificarla un poco más, en la medida en que un “encuentro” implica una acción potenciadora. ¿Y qué es modernidad? Es un proyecto social e individual, que tiene al menos la siguiente característica: afirmación de la racionalidad como garante de la autonomía del individuo, y del diseño de las prácticas y políticas del Estado.
Podemos afirmar que el proyecto de la modernidad inicia con Descartes, cuando plantea que la certeza de la existencia está en el Yo pensante (cogito) del individuo. En Spinoza consiste en la afirmación de un proyecto político, en el que el Estado debe garantizar principios racionales, que permitan el desarrollo en plenitud de la individualidad. En Kant en diseñar las dinámicas del Estado desde los preceptos de la Razón, de forma que le permita al individuo actuar desde el deber como la expresión máxima de la racionalidad.
La modernidad consiste en la afirmación de la propia individualidad, y en establecer las funciones del Estado desde la Razón universal. Un proyecto que obviamente fracasó con la consolidación del capitalismo como sistema global. Por eso, la transmodernidad pretende rescatar algunos de los elementos de la modernidad, pero con el elemento diferencial de promover un encuentro afectivo entre otras formas de racionalidad, diferentes a las occidentales.
Este es el punto en el que Castro-Gómez se distancia de Dussel: para Dussel sólo se puede hablar de una modernidad Occidental, mientras que para Castro-Gómez hay múltiples formas de modernidad. Lo anterior quiere decir dos cosas: que hay múltiples formas de racionalidad o de pensamiento, y que hay múltiples formas de afirmar la individualidad. Un encuentro afectivo de modernidades, implica un encuentro de individualidades.
Se podría objetar: “¿y por qué seguir llamándolas modernidades?” Primero porque no es suficiente recurrir a la terminología de Mignolo y llamarlas: modernidades “otras”, segundo porque las modernidades tienen principios comunes como: Estado laico e individualidad. Se les puede llamar, mejor, modernidades singulares.
Pero para que el proyecto de transmodernidad sea posible, se requiere una nueva concepción de individualidad.
El proyecto de la ilustración kantiano, por ejemplo, en el que se afirmaba que el diseño de las dinámicas del Estado se debía realizar desde fundamentos apriorísticos de la Razón, demandaba un individuo autónomo que: pensara por sí mismo, se pusiera en el lugar del otro y fuera consecuente entre lo que pensaba y lo que hacía. Un Estado moderno implica un individuo ilustrado.
En la transmodernidad se plantea un encuentro conversacional entre individuos autónomos. Es fundamental, entonces, comprender el paso que debe haber de la concepción de sujeto a la de individuo, y de individuo a la de singularidad para que la transmodernidad pueda ser posible.
El filósofo francés Foucault estudió en profundidad el diseño y creación de subjetividades, es decir: la creación de las identidades del sujeto. De hecho, la concepción de “sujeto” quiere decir aquello que está sometido a un poder. Pero Foucault nos permite comprender que no solo está sometido, sino que el poder mismo crea al sujeto. No es verdad que el poder solo se ejerce, sino que también crea y determina sentidos. Esta creación de identidades subjetivas, no era un propósito de la modernidad, todo lo contrario: lo que la modernidad pretendía era que el individuo (no el sujeto) fuera autónomo. Aunque Foucault muestra que la “inquietud de sí” se da desde la época de los griegos antiguos y en el estoicismo, lo cierto es que se convierte en un sistema político de dominación desde el siglo XIX, donde inicia propiamente el capitalismo con la industrialización.
Pero Judith Butler evidencia que es posible la creación de una identidad de sí, en la que se confronta el sistema de dominación regente. Esto haría posible el paso del sujeto al individuo. ¿Qué es la individualidad? Es la creación de una “consciencia de sí”, desde un ejercicio político de confrontación y transgresión del sistema global, en la que es posible una autonomía. La individualidad es una apertura de la consciencia, que es necesaria para un encuentro afectivo con los otros.
La transmodernidad debe ser un encuentro de individualidades autónomas. El problema es que todavía no hay individuos (Butler). Incluso las posibilidades de una creación de la individualidad son cada vez más difíciles. ¿Cómo crear y expresar una individualidad autónoma, en una época en la que hemos pasado de una “psicopolítica” a una “ciberpolítica”? La psicopolítica es la dominación de los individuos desde el inconsciente, la ciberpolítica es ese mismo control pero desde la inobjetavilidad de la inteligencia artificial.
Lo más probable es que el proyecto de una transmodernidad fracase, ante el control absoluto de las identidades y los proyectos de vida que se determinan desde la inteligencia artificial. A partir del principio de “optimización”, la inteligencia artificial determinará identidades que estarán al servicio del sistema societal global.
Queda la posibilidad de la creación de la individualidad, como una acción de lo que Guattari denomina: revoluciones moleculares. La creación de la individualidad, como acción de una revolución molecular, quiere decir la afirmación de la potencia infinita que está implícita de todos los individuos. Que es el primer momento para el siguiente paso de la individualidad a la singularidad (en donde esa potencia se ejerce creativamente).
¿La disrupción está cerca?
Referencia.
Castro-Gómez, Santiago (2019). El tonto y los canallas. Notas para un republicanismo transmoderno, Editorial Universidad Javeriana.
Butler, Judith (2015). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia.
Comentarios
Publicar un comentario