La importancia de un encuentro afectivo con el otro.
Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
Una querida lectora me escribe lo siguiente:
“Un reto que veo en el horizonte como filósofa, activista ambientalista, madre y mujer política es: ¿cómo se logra que la mirada desde lo alto se vuelva contagio, entre quienes defienden el derecho a una vida digna?”
Mi sencilla, pero honesta respuesta es la siguiente:
¿Qué es mirar desde lo alto? Lo que planteamos es lo siguiente: 1. Mirar desde lo alto es una acción de aumento de potencia de la existencia del individuo, en la que éste se conecta con su consciencia interna, 2. Mirar desde lo alto es un ejercicio, porque es algo que el individuo realiza de modo consciente, para poder diferenciar entre aquello que lo puede potenciar y lo que lo podría despotenciar, y 3. No se trata de una acción de denigración de los otros, sino de una afirmación afectiva de los otros.
Pero lo que se nos pregunta es sobre dos aspectos muy claros y concretos: ¿cómo hacer de ese mirar desde lo alto un “contagio”? ¿cómo generar ese contagio entre quienes “defienden el derecho a una vida digna”?
Hemos intentado plantear la necesidad y urgencia de un salto disruptivo del sujeto al individuo, y del individuo a la singularidad. Esta posibilidad no es para unos pocos, sino que es algo que podemos realizar todos. Lo “humano” es una creación de sentido que tiene propósitos muy concretos, pero es una creación de sentido. Esto es importante, porque “lo humano” es en realidad una posibilidad de creación. Lo humano y la individualidad hay que crearlo. El problema es: ¿cómo hacerlo, en un sistema de dominación cada vez más eficiente?
El individuo como proyecto consiste en la afirmación de un proceso continuo de creación de sí, pero no es un proceso cualquiera, sino uno en el que se crea un sentido cada vez mejor. La creación de sí implica una elevación transgresora de sí.
Lo que queremos dejar claro es que una creación de sí superior, es algo que todos pueden hacer. No solamente está al alcance de lo que se ha denominado como lo “humano”, sino que una creación de sí es una posibilidad de todo ser consciente. De hecho, lo humano implica la expresión de una consciencia de sí.
No es este el momento para preguntar: ¿qué es la consciencia? Pero lo que sí podemos hacer es afirmar que la consciencia es una expresión existencial del ser. En tanto que el ser exista, debe ser consciente. Solo que no hay un modo de consciencia, todo lo contrario: la conciencia, al igual que la existencia, se expresa infinitamente en infinitos modos.
Pero también debemos ser honestos y reconocer que lo que planteamos, lo hacemos como una posibilidad ideal. No como una utopía, pero sí como una idealidad, ¿cuál es la diferencia? ¿qué es una idealidad? Una utopía es algo que no tiene lugar y nunca acontecerá; mientras que una idealidad es aquello que podría llegar a ser, siempre que lo cree desde la inteligencia. Una idea diseña el sistema complejo de un acontecimiento. Además, las cifras reales nos evidencian que el sistema integral de dominación actual, tiene la capacidad de poder impactar a casi el 75% de la población global (Castells). Aunque con la inteligencia artificial, que impone un sistema de dominación algorítmico, esa cifra está en un aumento acelerado e incontenible.
Es aquí donde cobra sentido la pregunta que nos hace nuestra querida lectora: ¿cómo crear contagio? ¿qué es contagiar al otro? Hay que afirmar de forma enfática que contagiar no es violentar al otro, no es imponer un sentido al otro. Todo lo contrario: contagiar es crear sintonía afectiva con el otro, en la que se hace posible una apertura disruptiva de la consciencia. Se contagia para transgredir, para hacer posible una transformación integral de sí, del otro y de lo real.
Los afectos funcionan con la lógica del contagio. ¿Qué es un afecto? Es la consciencia de que algo tiene la capacidad de aumentar la potencia integral de la existencia. Un afecto es aquello que nos transforma, nos eleva y nos hace posible una creación de sí diferencial (es decir: de un otro diferente). Por eso, el ejercicio interno de “mirar desde lo alto” es un afecto, porque es una doble invitación: 1. Que el otro comprenda que hay un mundo mejor por construir, y 2. Que ese mundo mejor lo debemos construir en conjunto y en unidad.
¡Gracias!
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