Destruirlo todo, para crearlo todo.
Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
¿En
qué consiste la crisis inédita de los individuos contemporáneos? Consiste en la
pérdida de sentido de la existencia. Es decir: en vivir sin saber por qué, para
qué y sin un proyecto de vida superior. Es verdad que si la existencia no tiene
sentido, le podemos crear un sentido, pero ¿qué pasa cuando no es posible
crearle un sentido a la existencia? ¿qué pasa cuando las condiciones para la
creación son cada vez más adversas?
Nuestra
época, es paradójica: por un lado se motiva y promueva la afirmación de la
diversidad de identidades, pero, por otro lado, estamos ante la emergencia de
individuos sin identidad o que están perdiendo su identidad, en la medida en
que no logran un vínculo existencial y afectivo con nada.
El
psicoanálisis ha estudiado profundamente el proceso de la formación identitaria
del individuo, incluso desde antes de la concepción. Pero lo que está
sucediendo en el mundo contemporáneo, es que hay una “suspensión” de los
procesos identitarios. No hay proceso que lleve a una consciencia de sí. Es
verdad que sin identidad el individuo colapsa, pero lo que los individuos
asumen son identidades “provisionales”, que les permiten una supervivencia,
pero no una afirmación creativa de sí.
¿Qué
hacer ante la consciencia que dice: “No me gusta nada, no me siento
identificado con nada”? La respuesta obvia es que se debe crear aquello que
permita un sentido y una identidad a la existencia. Pero no es tan fácil,
porque la pregunta que surge es otra: “¿Para qué crearle un sentido a la
existencia?”. Aquí no se trata de una “eliminación del yo” (como lo promueven
muchas religiones y filosofías de vida), aquí de lo que se trata es de que ya
no hay “yo”, y tampoco hay deseo de la creación de un sentido identitario.
No
hay procesos identitarios, mucho menos el deseo de la creación de un proyecto
de vida superior. ¿Qué hacer ante este vacío existencial? ¿re-afirmar la
estupidez en el espectáculo de baja calidad? ¿asumir cualquier sentido, que es
mejor que no tener ningún sentido? Lo que se debe hacer es un proceso continuo
de destruir el sistema implícito de dominación, que impide la creación de un
sentido y un proyecto de vida superior.
En
el mundo contemporáneo opera un dispositivo de control inmanente, desde el que
se crean identidades y proyectos de vida de forma algorítmica. ¿Qué es un
dispositivo inmanente? Son formas de ejercer un control sobre el individuo, sin
que este se de cuenta de dicho control. En la sociedad disciplinar el control
era directo. En la sociedad actual el control es invisible, y se hace posible
desde la seducción del espectáculo de baja calidad.
Los
algoritmos se establecen para determinar una estructura deseante, desde la que
se puedan diseñar identidades y proyectos de vida. El individuo asume como propios
deseos, identidades y proyectos de vida que, en realidad, fueron diseñados. He
ahí el control: implantar deseos y proyectos de vida.
Pero
la pregunta es: ¿si este sistema de dominación inmanente e invisible es eficiente,
por qué los individuos colapsan? Hay que afirmar que el proceso de creación de
la identidad del individuo, se hace posible desde lo que el psicoanálisis
denomina como el “inconsciente”. Hay una evolución en la concepción del
inconsciente: desde el deseante, pasando por la identificación de una
estructura implícita, hasta la afirmación de que el inconsciente es rebelde.
La
concepción guattariana del inconsciente rebelde, afirma que este se resiste a
todo intento de dominación. Un proyecto de dominación absoluta consistiría en
el diseño de una nueva estructura del inconsciente. Pero si el inconsciente es
rebelde, siempre se va a resistir. ¿Cuáles son las formas de resistencia del
inconsciente? La crisis existencial, la angustia y el colapso.
Si
algún día la dominación es absoluta, si se diseña e implanta una nueva
estructura deseante, desde la que se asumen los proyectos de vida de los
discursos de la positividad, entonces se hará posible la “vida feliz” huxleyriana.
Es por esto que es necesario intentar destruirlo todo, para intentar crearlo
todo de nuevo, aunque para ello debamos asumir la más profunda de las angustias
y la más radical de las soledades.
¡Un
abrazo!
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