Una rebeldía potente, para estos tiempos de miseria.


Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.

Los individuos están cada vez más estupidizados. La estupidez la podríamos definir como la incapacidad de construir el propio destino, y de permitir que otros lo hagan. A los individuos les están construyendo proyectos de vida e identidades, que asumen sin oposición ni contradicción. Incluso también se les está diseñando un sistema deseante inconsciente, desde el que se agencia un proceso de dominación que se fundamenta en el consumo.

Una de las mejores formas de estupidización consiste en controlar la atención, y enfocarla hacia el espectáculo de baja calidad, soslayando lo importante y fundamental. 

Pero lo importante de esta nueva forma de dominación, es la invisibilidad: en la era del vacío actual, los individuos no se dan cuenta que están siendo dominados. Todo lo contrario: se asume la dominación en la forma de una auto-explotación, mediante la doble figura tiránica de: la innovación adaptativa. Es decir: hay que innovar para poderse adaptar. La estupidez tomando la forma de una pseudo-razón instrumental.

Pero el rebelde no se adapta a una innovación que nada crea. Además, no es eso lo que va a suceder. El individuo no utilizará innovadoramente los recursos de la creciente e inevitable digitalización de la sociedad, sino que dicha sociedad utilizará al individuo como un instrumento. El individuo pretende adaptarse, pero realmente está siendo utilizado. Estamos ante un proceso de pérdida de la esencia de lo humano, y de una sustitución de la misma por una instrumentalización de lo humano para fines utilitaristas. “Innovación” es el nuevo nombre de la estupidez, porque se pretende estar transformando algo que realmente está sometiendo.

En estos tiempos de miseria adaptativa, es necesaria una rebeldía potente, que consiste en la destrucción, transformación y transgresión del sistema integral de la realidad. El rebelde no se adapta sino que transforma, el rebelde no innova sino que transgrede.

El rebelde comprende que la realidad no está determinada, sino que es una determinación que se puede transformar. La realidad es un proceso continuo de transformación, desde la que se hace posible una creación de nuevas realidades. Si bien es cierto que lo real debe tener una base de determinación, a partir de la cual se afirma la identidad de sí y del otro, esa base no es definitiva. La realidad no está determinada, sino que es una determinación que puede transformarse y re-crearse. Esto implica lanzarse a lo incierto e indeterminado, y asumir el caos como el estado de la posibilidad.       

Lo mismo sucede con la identidad: esta es necesaria para un reconocimiento de sí, pero el problema está cuando se asume una identidad definitiva, porque esto tiene como consecuencia una auto-limitación del individuo mismo. La identidad, por el contrario, es un proceso continuo de creación de sí. No hay identidades definitivas, hay identidades devinientes, que se están continuamente creando. Pero en la sociedad de la estupidez se le determinan e imponen identidades a los individuos, que asumen como propias, cuando en realidad funcionan como dispositivos de dominación. 

El rebelde es el que se atreve a no asumir ninguna identidad definitiva, sino que asume identidades en procesos continuos de creación. Incluso el rebelde potente es el que no asume ninguna identidad. Al fin y al cabo, las identidades del mundo contemporáneo son consuelos del profundo vacío existencial de los individuos. El rebelde se niega a toda identidad, a toda bandera, a toda determinación. Asume a la nada como identidad fundamental, y desde ahí intenta construir un sentido de sí. Pero siempre en proceso, siempre mirando de frente al caos.

Debemos aprender el arte superior de destruirlo todo. El sentido es un proceso de creación, que tiene la capacidad de diseñar y constituir la realidad. El sentido siempre se puede expresar y crear en formas mejores. La realidad puede ser creada en niveles superiores. El rebelde comprende y asume que hay que destruirlo todo, para poder crearlo todo.

Que la miseria espiritual actual, no nos impida la expresión infinita de un pensamiento potente, rebelde y superior. 

Íncipit superhombre.

¡Gracias! 




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