REVOLUCIÓN Y CREACIÓN
Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.
El proceso de expresión y evolución del inconsciente es totalmente afirmativo y creador, la represión se da cuando una estructura de poder lo quiere determinar en formas convenientes; es por esto que la revolución fundamental consiste en la liberación del inconsciente y del deseo, de todo aquello que lo ha determinado y que lo quiera determinar. Pero esta liberación revolucionaria no es individual, sino que debe realizarse en el proceso histórico y social del individuo. Si fuera sólo una liberación individual, se reafirmaría el narcisismo propio del mundo contemporáneo. Pero como debe ser una liberación histórica y social, el individuo podrá crearse a sí mismo, en una relación intensa, significativa y digna con los otros. De igual modo podemos preguntar: ¿por qué una liberación revolucionaria del inconsciente y no de la conciencia? Porque, justamente, las estructuras de poder tienen la capacidad de determinar al individuo desde su inconsciente, lo que posteriormente determinará su conciencia individual. El sistema de producción y de consumo actual, se fundamenta en la estructuración de un inconsciente deseante, desde el cual se instauran valores. La efectividad de dicho poder sobre el individuo no está tanto en el ejercicio de una violencia directa, sino en el control inmanente del inconsciente del individuo, desde donde se determina lo que se debe desear. La revolución quiere decir la liberación del inconsciente de la estructura de poder, en un primer momento, y en el ejercicio de creación de un nuevo sistema inconsciente y deseante, desde el cual el individuo pueda crearse a sí.
Pero ¿cómo liberar el inconsciente? Desde Lacan
es posible comprender que el inconsciente es una estructura significante, que
puede reconstruirse a partir de un análisis de los síntomas; esa reconstrucción
hará posible una re-creación posterior. Sobre la reconstrucción de la
estructura del inconsciente, se puede influir creativamente, haciendo que la estructura
misma cambie. Pero Guattari va más allá, cuando afirma que de lo que se tarta
no es de crear otra estructura, sino de una liberación del inconsciente en la
creación de múltiples sistemas expresivos. El inconsciente es para Guattari, la
posibilidad de expresar creativamente múltiples sistemas de sentidos, sin que
formen una unidad, sino que sean sistemas abiertos y en continua
transformación.
El deseo no es, como lo plantea Freud, una
fuerza amorfa, sino que es una creación de sentido. Lo fundamental es la forma
que se le puede crear al deseo. La concepción freudiana del deseo como una
fuerza libidinal amorfa, llevó a la necesaria concepción de la represión. Al
deseo hay que reprimirlo, porque de no hacerlo podría rupturar al individuo.
Pero cuando superamos esta concepción y asumimos que el deseo es posibilidad de
creación de múltiples formas y sentidos, ya no se requiere reprimirlo, sino
expresarlo. Pero, más allá de Freud, en el mundo contemporáneo se está operando
una transformación importante en el proceso de represión del deseo, que
consiste en determinar formas del deseo que deben cumplir los parámetros y
expectativas de la estructura social y de consumo actual. Se reprime el deseo,
determinando formas concretas de desear, determinando proyectos de vida propios
de la mencionada estructura de producción y consumo. La represión del deseo
desde el psicoanálisis freudiano se hacía desde el super yo como garante de la
moral y la sociabilidad. Pero ahora dicho super yo ha sido sustituido por las estructuras
de control, propias de la sociedad del espectáculo, que es una sociedad que ha
determinado un individuo hiper-deseante e hiper-liberado; pero en un deseo y
una libertad que han sido determinados como estructuras de control
especializadas. Se reprime y somete al individuo imponiéndoles una estructura
deseante determinada, y unos proyectos de vida en los que la libertad propia
del consumo se convierte en imperativo categórico.
En la sociedad industrial del siglo XIX, el
individuo fue disciplinado desde un poder institucional externo; en la sociedad
capitalista del siglo XX, el individuo fue controlado desde procesos de
persuasión propios de los medios de comunicación masiva; y en la sociedad
hiper-capitalista del siglo XXI, se ejerce un control invisible e inmanente
sobre el individuo desde las redes sociales. Esta especialización de las formas
de control, que es una especialización del sistema de producción y consumo, han
ido configurando una nueva forma de individualidad. El individuo de la sociedad
hiper-capitalisma, ya no es el individuo reprimido ni el persuadido, sino el
individuo deseante, el que determina proyectos, el que innova, pero dentro de
una configuración del deseo realizada por la estructura y el poder del
hiper-capitalismo. Es un deseo que funciona y se proyecta dentro de esa lógica.
El individuo contemporáneo que, como plantea Chul Han, es un emprendedor y un
proyecto de sí mismo, es un individuo deseante, porque es esta forma especial
de configuración del deseo lo que hace posible el consumo.
Al individuo contemporáneo se lo ha liberado,
pero en una forma de libertad que sólo es posible dentro del consumo. Esta
libertad del consumo ha determinado una forma de individualidad que consiste en
la afirmación de sí mismo, por encima de los demás, haciendo de ese narcisismo
una nueva forma de control sobre el individuo, que es en realidad una nueva
forma de esclavitud. Chul Han acierta al afirmar que, en las sociedades
esclavistas, los esclavos sabían que lo eran, mientras que en el mundo actual
los individuos son aún más esclavos, porque lo son creyéndose libres. Se han
determinado formas muy especiales y concretas de desear, desde las que se han
configurado también las individualidades. El deseo es, entonces, una
posibilidad de creación, pero desde la actual estructura de poder regente, se
lo ha determinado como una nueva forma de control desde la que se sustenta y se
especializa el poder. De hecho, son estructuras desde las que se ejercen
múltiples poderes determinadores; no podemos hablar de un poder actuante, sino
de una multiplicidad de poderes. Es por lo anterior que las revoluciones
creadoras, deben sobre todo liberar el deseo de los poderes que lo determinan,
para que cumpla acciones concretas. Se debe liberar el deseo para que exprese
su potencia afirmativa y creadora.
La especialización de la estructura de control,
tiene una relación directa con las transformaciones económicas de los últimos
siglos, de un proceso de producción y consumo fundamentado en productos de
primera necesidad en una relación de 90/10, pasando por una relación de 50/50
entre productos de primera necesidad y los que no son, con la irrupción de la
moda como señal de distinción, hemos llegado a una sociedad en la que la
economía es desarrollada en los productos que no son de primera necesidad en
una relación de 10/90, en donde encontramos dos líneas concretas: el
entretenimiento y la tecnología. Son dos fuentes de producción y consumo que se
relacionan y complementan, de forma que el uso que la mayoría de los individuos
le da a la tecnología es para acceder a contenido o información de baja
calidad. Para Lipovetski la tecnología tiene un uso infra y otro hiper: el uso
infra consiste en el uso de equipos de alto nivel tecnológico, con elevados
precios, para fines que están muy por debajo de sus posibilidades, es decir:
los individuos acceden a equipos de alta calidad sólo para redes y selfies. El
uso hiper consiste en que un solo individuo tiene acceso a múltiples
dispositivos tecnológicos, sin que sea necesaria ni justificable dicha
cantidad. Lo anterior es el resultado de la forma inmanente o invisible
mediante la que el individuo es controlado en el mundo contemporáneo, que
consiste en una construcción concreta y con fines específicos del deseo. El
individuo es controlado mediante la determinación de formas de desear que, como
afirma Chul Han, han operado también una reconstrucción del inconsciente. Esto
es importante porque el capitalismo no ejerce una violencia directa, sino una
violencia desde el deseo.
Estamos ante una estructura económica abierta y
múltiple, que se impone desde el deseo y el entretenimiento, teniendo como
grandes aliados a la tecnología y a las redes. Son estos los que han hecho
posible la evolución del capitalismo al hiper-capitalismo, como lo afirma
Lipovetski. Guattari ya comprendió esta evolución, cuando afirmó que el
capitalismo iría de ejercer una fuerza externa a imponerse desde dentro del
individuo, en su cotidianidad, desde lo más simple; lo que también Foucault
llama el biopoder, que es cuando el individuo introspecta una estructura de
poder, cuando la hace parte de su identidad. No existe ninguna esfera del
individuo, ni privada ni pública, que no sea permeada por la estructura de
poder, sólo que en su evolución a hiper-capitalismo, se lo hace desde la
seducción.
Las redes se han constituido como un sistema de
control sobre el individuo. Es posible reconstruir dicho sistema de control
inmanente, haciendo un análisis de diseño y de función; el diseño de las redes
busca la atención inmediata y sin crítica, está orientada hacia la estimulación
rápida y excesiva de los sentidos que está realizando una pérdida de sentido
como proyecto social; la función de la redes tiene la capacidad de almacenar
información, desde el big data, para objetivos claros: crear un perfil de la
personalidad del individuo para ofrecer productos a la medida, el denominado
microtargeting, pero también poder influir sobre el deseo y el pensamiento del
individuo, no sólo para imponer formas determinadas de desear/pensar, sino
también para crear perfiles de personalidad. Se reconstruyen identidades, pero
también se crean identidades a partir de esa reconstrucción. Las redes estás
realizando la creación de subjetividades muy concretas, como las planteadas por
Foucault. Claro que Foucault sólo llega hasta las sociedades de control, en
donde hay creaciones de subjetividad desde la persuasión; pero lo que se está
operando en el mundo contemporáneo son creaciones de identidades, sustentadas
desde el deseo y ejercidas desde las redes. Las redes imponen proyectos de
vida.
Como el nuevo sistema de poder es invisible
desde las redes, como los individuos asumen proyectos de vida, construyen su
deseo desde los parámetros de producción y consumo del sistema, parece que el
individuo es autónomo y pleno, pero lo que se puede comprender en el proceso de
reconstrucción del sistema inmanente de poder, es una profunda crisis en los
individuos. Esta crisis consiste, de forma fundamental, en la mencionada
pérdida de sentido como proyecto social. Esta pérdida de sentido opera en
varias líneas: Una primera línea es la crisis del individuo contemporáneo, que
se comprende en los valores opuestos a los que la sociedad del espectáculo
impone; mientras que esta sociedad impone la belleza, la felicidad y el éxito
como valores absolutos, lo que la mayoría de los individuos viven es la
necesidad de desearlos, pero la imposibilidad de cumplirlos. Como afirma Chul
Han el sistema de valores está diseñado para el fracaso, en la insatisfacción
del deseo infinito. Pero ante la permeabilidad de estos valores, en la
estructura de deseo, el individuo calla y anhela. Calla los valores contrarios,
que son los reales: la depresión, la soledad y la pérdida de sentido de vida.
Los individuos cansados, que explica Chul Han, tienen sobre todo un cansancio
psíquico, que consiste en una fisura del individuo es dos: el real y el ideal,
el real es el individuo que silenciosamente sabe que nunca podrá cumplir lo que
la tiranía del éxito, la belleza y la felicidad le exige; el ideal es el
individuo exitoso, bello y feliz que se proyecta, como auto-engaño, en las
redes. El cansancio es el infarto psíquico que produce la inconsciente certeza
de la imposibilidad.
Una segunda línea opera en una transformación
de la sensibilidad y el pensamiento, de lo complejo a lo simple. El sobre
estímulo de los sentidos y el pensamiento que se realiza en las redes, no hace
posible una complejización ni problematización de los mismos, en donde se pueda
sentir y pensar mejor, sino que genera una simplificación en los mencionados
procesos; la sensibilidad cada vez responde y se altera menos ante “bloques de
sensaciones” intensos, como los llamaría Deleuze, pero cada vez responde y se
altera más ante emociones inmediatas, haciendo la distinción de Damasio entre
emociones y sentimientos. Lo mismo ocurre con los procesos de pensamiento: el
pensamiento crítico tiene a anularse en la asimilación de información de baja
calidad y en las fake news de las redes, la posibilidad de la creación del
concepto está desapareciendo ante la emergencia de la opinión virtual, pero lo
más importante es la transformación del pensamiento que ya no comprende lo que
antes era comprensible. Una pérdida de sentido como proyecto social, quiere
decir la creación de niveles de ininteligibilidad en la identidad del
individuo, de modo que hay conceptos, concepciones y conciencias que no se
entienden, que desaparecen como posibilidad epistémica. No se trata sólo de comprender y aprender de
otras formas, como lo plantean muy pasivamente las pedagogías del siglo XXI,
sino que se presentan procesos epistemológicos imposibles de asumir. No se
trata de una prohibición del sentido, como en el 1984 orwelliano, sino de una
transformación del pensamiento en el que hay planos de inmanencia que ya no se
pueden pensar.
La tercera línea consiste en los niveles cada
vez mayores de desencanto e indignación de los individuos ante la estructura
global de poder y los sistemas de control con los que se actualiza. Si bien las
redes son la nueva forma de ejercer un poder determinador sobre los individuos,
también se puede comprender que es desde las redes donde es posible hacer
visible los abusos de poder, las denuncias, transmisiones en vivo que viralizan
información, y, en especial, es desde las redes donde se convoca a las
movilizaciones de indignación, como las denomina Castells. Estas movilizaciones
tienen unas características especiales: nacen y son el resultado de la
indignación que surge de la toma de conciencia crítica, no son convocadas por
ningún partido político, por lo tanto, no hay ningún líder que oriente y
determine el sentido de estas, son plurales y diversas. Un análisis profundo de
las movilizaciones ciudadanas de indignación del 2019 nos puede permitir
comprender las características mencionadas. El fundamento es la indignación que
hace necesaria una revolución. Es la misma motivación y fundamento que hay en
el paro nacional de Colombia 2021. Las redes, entonces, han tenido y tienen una
función importante en los procesos de indignación y movilización ciudadana, aún
en contra de las intenciones inmanentes de control que éstas tienen. Las redes
hacen posible la creación de grietas en el capitalismo, como lo afirma
Holloway: pueden ser grietas mínimas, menores como las denomina Deleuze, moleculares
como las llama Guattari, pero son significativas. La transformación
revolucionaria que se plantea desde los movimientos ciudadanos de indignación
funciona y se esparce con la lógica del agrietamiento y del rizoma: como son
movimientos que nacen de la indignación, no tienen un plan político y de acción
a priori, éste se va diseñando, construyendo, puliendo y transformando en el
proceso del movimiento mismo. Un rizoma es un sistema abierto, sin un punto de
entrada y salida definidos, sino con múltiples puntos de entrada y salida, el
rizoma se disemina, para utilizar una palabra de Derrida, va creando los
espacios en los que se puede expresar.
La cuarta línea o forma de acción ante la
crisis global, consiste en la creación de sentido de líneas de fuga, como lo
plantean Deleuze/Guattari. Las líneas de fuga también son rizomáticas, son
creaciones de sentido que no tienen una estructura ni previa ni posterior
definida, no siguen ningún modelo ni paradigma de pensamiento, no responden
preguntas ni resuelven problemas a priori; las líneas de fuga son movimientos
de creación de sentido, en los que se hace posible lo nuevo, lo impensable y lo
imposible. El problema de una creación de sentido es que se determine de forma
definitiva, negando su posibilidad de creación, negando que esa determinación
es una creación. Los sentidos que se crean desde la estructura y los sistemas
de control pretenden determinar sentidos así: como si fuera lo real, lo
verdadero. La multiplicidad que se promueve y se hace posible, está controlada
desde la pretensión de la determinación de sentidos connaturales. Esta
pretensión o este efecto escénico es necesario para ejercer el poder de forma
efectiva. Catherine Walsh afirma que el capitalismo tiene la capacidad de
asumir frases y sentidos libertarios y adaptarlos a sus intenciones de
hiper-consumo; de esta forma vemos cómo en el sistema global se utilizan
slogans que motivan al conocimiento de sí, a la reinvención, a la originalidad,
a la libertad incondicional, a la introspección. Son, en efecto, sentidos
adaptados a los procesos de producción y consumo, pero también son sentidos que
funcionan en la intención de la connaturalidad. Las líneas de fuga, por el
contrario, son la negación de toda connaturalidad y la apertura hacia un ejercicio
de creación pleno, en sentido deleuziano del término, que consiste
en la afirmación de lo nuevo sin condición, de lo impensable sin prejuicios y
de lo imposible sin negación.
Claro que las líneas de fuga son posibles en un
plano de sentido inmanente, mediante el cual se desplazan y expresan. Pero
dicho plano se va creando en el ejercicio mismo de la creación del sentido de
la apertura, de la ruptura y de la revolución de los sentidos determinados.
Desde lo anterior se debe afirmar que los mencionados movimientos no pueden
determinar formas definitivas, sino que deben ser siempre abiertos, deben estar
siempre re-creándose, se mueven y se desplazan continuamente, en forma siempre
nuevas y mejores. Esto quiere decir que cualquier movimiento de creación de
sentido, que termine determinando o instaurando una estructura o sistema
cerrado, fijo, aún cuando haga posible una movilidad y multiplicidad internas,
se establece como una forma de poder y control sobre el individuo. Los estudios
de Guattari son fundamentales porque explican que los fascismos son posibles de
múltiples formas: hay fascismos de derecha y de izquierda, capitalistas y
comunistas, pero sobre todo también hay micro-fascismos que consisten en la
afirmación de sentidos absolutos en lo cotidiano y en la interioridad de los
individuos. A Guattari no le interesan las luchas sociales que conduzcan a toma
de poder, porque esto sería la afirmación de un nuevo fascismo, cualquiera sea
su nombre. Lo que le interesa a Guattari y también a Deleuze, es que el sentido
esté en un movimiento continuo de creación de lo nuevo.
Esta apertura a lo nuevo no es fácil, implica
una transformación radical en la estructura de sentido consolidada y una
ruptura revolucionaria del plano de inmanencia de verdad determinado. En el
estudio que Nietzsche realiza sobre la verdad y la mentira, en sentido
extramoral, se afirma que la verdad o las estructura de sentido que se
determinan como la verdad, son necesarias para la supervivencia; sin un
horizonte de verdad cualquier especie podría desaparecer; pero el problema está
cuando dicho horizonte se determina como una verdad absoluta, porque impide una
apertura hacia lo real y lo nuevo, necesarios para la evolución; el superhombre
nietzscheano es aquel que tiene la capacidad de asumir y asimilar altos niveles
de tensión sin destruirse, y aquel que puede ir más allá de sí mismo, haciendo
posible la creación de un ser o forma nueva. Entonces no se trata de negar la
verdad, sino las determinaciones de lo verdadero. Se trata de la afirmación de
una verdad caótica, en tanto que es inagotable, autorrenovable y
autosostenible. La verdad como punto cero del sentido.
El individuo es, entonces, una creación de
sentido. Intentar definirlo con algo que sea connatural es la acción de un
poder que se impone. La individuación se crea en relación con procesos
sociales, económicos y de poder. Heidegger planteó un debate muy interesante,
cuando comprendió que lo humano es una categoría que debe superarse, en tanto
que no le es propio una vivencia del ser de forma plena y original. Lo humano
es lo que carece de dicha vivencia, por lo tanto, sólo se lo debe asumir como
un tránsito, como aquello que está siendo; para que se dé la posibilidad de la
constitución de un ser-individual, este debe tener esa vivencia original del
ser, en la que se constituye a sí mismo. Después Heidegger dirá que quien tiene
dicha vivencia es el poeta: la experiencia poética es una vivencia única y
original del ser en cuanto tal. Pero antes de eso al humano habría que
definirlo como el guardián de la pregunta por el ser, esta sería la dignidad de
lo humano. Sloterdijk responderá a los planteamientos heideggerianos, afirmando
que lo humano es aquello que no es, sino que debe crearse, que lo humano como
tal existe en tanto se requiera una práctica o un ejercitamiento de sí
constitutivo. No una vivencia con el ser en sí, sino un ejercitamiento que haga
posible la creación de un sentido de sí. Las teorías son ejercicios de sentido;
las prácticas son teorías en transformación.
El individuo debe dejar de ser creado y
determinado por un poder externo, y debe empezar a crearse a sí. Este acto de
creación se debe hacer como un proceso de ruptura con el poder establecido,
porque este poder no permite la irrupción de lo nuevo. Se debe realizar un
desplazamiento de sentido del cuidado de sí de Hadot/Foucault, a la creación de
sí. El cuidado de sí de Hadot es un ejercicio de auto-observación y de control,
que busca comprender y superar los límites, es el establecimiento de una ética
aristocrática en la que el individuo se pule y se supera a sí mismo; los
estudios de Hadot sobre el cuidado de sí, son una crítica muy profunda a la
genealogía de la moral nietzscheana, porque para éste último la moral es una
valoración que se determina desde una fuerza, mientras que para Hadot la moral
es un ejercicio de control de sí. Para
Foucault este concepto de Hadot fue muy importante porque marcó una ruptura
teórica en su estudio sobre el poder; del estudio de un poder disciplinar y de
un biopoder, pasa Foucault a considerar la posibilidad de un poder sobre sí no
represivo y no sustentado desde un aparto de poder externo.
El sentido es un proceso de creación, que
implica y hace posible un nivel de realidad. El sentido crea verdades, pero no
lo verdadero. Es una línea de fuga constante y ascendente que se re-crea a sí
en formas siempre nuevas. Intentar crear una filosofía del sentido, sería
realizar un ejercicio de reconstrucción y de rediseño de los planos de
inmanencia es los que ha sido posible para, a partir de ahí, proyectar planos
posibles. Lo imposible consiste en crear lo nuevo. Una filosofía del sentido
debe ser la creación de líneas de fuga en las que lo imposible se crea. Es un
ejercicio siempre abierto y en proceso de creación.
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