La rebeldía como dignidad.

La rebeldía como dignidad.

 

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.


Dos características evidentes de la gran mayoría de los individuos contemporáneos, son su poca capacidad para realizar y recibir crítica y debate. Lo anterior es el resultado de la influencia que las redes sociales ejercen sobre los mismos, ya que en éstas se promueve un positivismo pulcro. Las redes son la nueva forma de controlar al individuo de forma inmanente o invisible, lo que quiere decir que éstas operan como un sistema en el que los individuos son controlados sin que lo noten y con la aceptación voluntaria de dicho sistema. En facebook, por ejemplo, no hay forma de expresar una opinión honesta, sin que ésta genere rechazo y ataque. Lo que el individuo espera es que todos le digan y afirmen que es lo máximo, lo mejor, lo más maravilloso, etc. Los nuevos individuos son frágiles ante la situación de quien piensa diferente. Por eso las redes funcionan a partir de la promoción de un narcisismo solipsista.

Si se analizan los estudios realizados por Lutereau, podemos comprender ésa fragilidad: éste psicoanalista y filósofo argentino afirma que los hombres son cada vez más inmaduros y las mujeres cada vez más infantiles. La inmadurez de los hombres consiste en su incapacidad cada vez mayor de asumir responsabilidades; por su parte las mujeres se dejan llevar cada vez más fácilmente por posturas y sentimientos infantiles como como la histeria y los berrinches. Pero el análisis de Lutereau va más allá al afirmar que ésa nueva generación de hombres inmaduros y mujeres infantiles son los padres actuales, que están criando y educando a la nueva generación de los llamados niños “cristal”. Los cristal se caracterizan por una incapacidad de asumir pérdidas o fracasos, un aislamiento cada vez mayor y una incapacidad creciente de comunicación. Son padres e hijos a los que es imposible hacerles algún tipo de crítica que conduzca a un debate serio.

Lo anterior es tal vez porque no se entiende en profundidad las concepciones de crítica y debate, se las asume como una franca invitación a la discusión inútil y, en el peor de los casos, como una conciente agresión personal. Pero si lo analizamos desde los griegos antiguos y, en especial, sobre el estudio que sobre los mismos realiza Hadot, podemos comprender que crítica quiere decir análisis minucioso y detallado de un tema, de igual modo debate quiere decir originalmente agón o ejercitación del pensamiento. Bien analizada la situación, lo que tenemos es un panorama en el que los individuos contemporáneos están sometidos a una auto-censura, lo que generará la imposibilidad de una evolución de la conciencia.

Veamos un poco la evolución del conocimiento: Platón realizó un análisis profundo y detallado a la concepción de persuasión de los sofistas, lo que llevó a plantear a la idea como la superación de la misma; Bruno realizó un importante análisis a la concepción de universo aristotélica, cuando planteó la infinitud del mismo, afirmando que el universo no había tenido un principio y que tampoco tendría un final, adelantando, de éste modo, la concepción de substancia spinosista. De igual modo Spinoza realiza un muy profundo estudio a la noción de pasión de Descartes, mostrando que entre cuerpo y alma hay una diferencia de modo pero no de esencia, por lo que aquello que le pase al cuerpo afecta al alma y viceversa. De igual modo Spinoza distingue entre pasión y afecto: lo que despotencia a un modo particular es una pasión y lo que potencia es un afecto. Podríamos seguir infinitamente, para mostrar la importancia de atreverse a pensar de forma diferente.

El conocimiento sólo es posible en tanto los individuos tengan la capacidad de crear sentidos diferentes. El sentido no es algo que esté determinado, sino que se lo debe crear. La verdad no existe, lo que existe son sentidos que se han podido crear como tal. En una de sus conferencias, Sztajnszrajber afirmó que la verdad es una mentira que triunfa. También podemos afirmar que la verdad es un sentido bien creado. Por eso para Nietzsche lo importante no era tanto la verdad, sino la creación de sentidos superiores, de sentidos que tuvieran la capacidad de superarse a sí mismos. El hecho que afirmemos que la verdad no existe, no quiere decir que entonces cualquier sentido vale. Todo lo contrario: como la verdad no existe, lo que se debe hacer es crear sentidos consistentes y superiores. Ésos sentidos superiores están en crisis, desde la actual fragilidad de los individuos.  

Lo que se arriesga, entonces, es la posibilidad de la evolución de la conciencia y el conocimiento humano. Los hombres inmaduros, las mujeres infantiles y los niños de cristal actuales, han generado una crisis en la posibilidad de la creación del conocimiento. ¿No quiere decir esto poner en crisis a lo humano como tal? El humano es aquel que necesita comprender para vivir dignamente. La dignidad está en la capacidad de crear sentidos superiores a sí, a lo real. De hecho podemos ser un poco más claros: la dignidad de lo humano consiste en crearse a sí y en crear lo real. Esto nos puede fácilmente llevar a comprender que el actual sistema de social, que se sustenta desde las redes sociales, es un ataque a la dignidad de lo humano.

Las redes sociales son el instrumento que utiliza el sistema de producción y consumo regente, para que los individuos puedan ser controlados desde la seducción del espectáculo y lo ligero. Y desde dichas redes se sustenta todo el sistema de producción y consumo, promoviendo y afirmando toda una discursividad del emprendimiento y la positividad. El discurso del emprendimiento le hace creer a los individuos que el éxito o el fracaso depende de ellos y no de lo injusto del sistema; el discurso de la positividad les exige la ilusión de la necesidad de la felicidad falsa y forzada para que, desde ahí, se impidan los procesos de pensamiento crítico sobre el mismo sistema. Al actual sistema social y económico le conviene que los individuos no piensen, no critiquen, no debatan, no juzguen.

Hay dos opciones claras: el conformismo narcisista o la rebeldía. El conformismo narcisista nos llevará a una degradación de lo humano, la rebeldía a la dignificación del individuo. La rebeldía tiene algunas características: Atreverse a pensar por sí mismo (Kant), comprender que la vida no tiene sentido, pero que se le pueden crear sentidos (Camus), asumir que los sentidos que se pueden crear, pueden ser cada vez superiores (Nietzsche), respetar al otro y por eso mismo pensar diferente a él, comprender la necesidad y la urgencia de pensar y diseñar procesos de consumo y producción que dignifiquen. ¿Qué quiere decir esto último? Procesos de producción y de consumo que dignifiquen quiere decir que cada individuo debe tener la posibilidad y la libertad de hacer aquello que permite que su deseo se transforme en amor, para que éste lo impulse hacia lo mejor. Platón decía que el Estado adecuado es aquel en donde cada quien hace lo que le corresponde, según sus talentos propios. Pero en el sistema regente no es eso posible, los individuos hacen de todo, menos aquello que los impulse hacia la creación de sí. Pero también, crear procesos de producción y consumo que dignifiquen quiere decir que se deben crear objetos nuevos, que sean el resultado de ese proceso de creación de sí del individuo y que redunden en la creación de nuevas formas de consumo.  Desde ésta perspectiva hay una tarea urgente: re-diseñar las redes, para que éste re-diseño haga posible la creación de un nuevo individuo.

La rebeldía implica dignidad. Sólo quien tiene la posibilidad de ser diferente, puede ser digno. Para esto se deben crear procesos transformadores, es decir: que la creación de sentidos sea una acción de crítica y de confrontación contra el sistema regente. La transformación no debe ser externa, del sistema mismo, sino que debe ser una transformación de la conciencia. 

 


Comentarios

  1. Cuanto me alegro, Javier, encontrar sus escritos en medio del nihilismo cuya huella no es otra que la devastación de lo que hace sentido... y considero que es pertinente su expresión de pensamiento ante los demás, ante nosotros, una multitud de intercesores... después de todo 'cada uno de nosotros ya somos muchos', decía un gran lector de Deleuze. Y es que encuentro sugestiva su invitación a pensar, sobre todo porque hoy en día nadie entiende ni quiere tomar en serio algo tan abstracto y a la vez tan natural como el pensamiento, paradojicamente hablando -como si la doxa tuviera que, a fin de cuentas, ser reconocida ante un sistema, ante una nueva lógica de la que toma prestado el lenguaje para al menos devenir objeto de crítica... Y me parece singular, sin duda, la posición desde la cual escribes, develando la medida precisa en que la escritura es necesaria e inevitable, esto es, un acontecimiento de lo necesario... entonces encuentro sus palabras como alineandose en la deriva del grito suscitado por Kierkegard en su momento: démonos un lenguaje, démonos un cuerpo, démonos un pensamiento; let's give ourselves a language, let's give ourselves a body, let's give ourselves a thought... pues la verdad a mi me parece preocupante que en gran medida el pensar es una actividad que no ha sido tomada en serio, que ha sido subestimada y pisoteada, cuando se trata de una necesidad cotidiana, concerniente al diario vivir, indispensable para resolver los problemas abstractos y concretos de la práctiva de la vida, y de la cual ciertamente no podemos prescindir, pues según Guattari, !la vida acaso es vivible!

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